sábado, 7 de marzo de 2015

Parte 2: religión y templos

En Tailandia, el 1 de enero es feriado. Es un día festivo como en occidente pero con alma budista. Aquel día se podía entrar gratis al Grand Palace y a los templos. Por supuesto que decidimos visitarlos, especialmente el Palacio Real que era bastante caro.
Los tailandeses son muy devotos de su rey y de su religión. La ciudad está poblada de fotos y gigantografías del monarca Rama IX en diferentes momentos de su vida. Uno puede ir preso si osa hablar mal del rey. Leí que antes de todas las funciones de cine aparece el rey en la pantalla dando un discurso y la gente se pone de pie en su honor. Tailandia es un Monarquía Constitucional, y dos meses antes de nuestro viaje comenzaron a manifestarse contra el primer ministro. Nosotros estuvimos presentes en una de aquellas marchas. Finalmente unos meses después, en mayo, hubo un golpe de estado.
Muchas casas y calles tienen altares en honor a Buda, al cual la gente le lleva ofrendas de frutas, flores, dinero e inciensos. Ese día, en particular, los templos y altares se llenaron de gente pidiendo por salud, dinero y amor.
 
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Uno de los altares más lindos de ver es el Altar de Erawan, cerca del hotel Hyatt Erawan., en el distrito de Pathum Wan, donde la gente brinda ofrendas al Dios Brahma. Se pueden ver danzas tailandesas con sus trajes típicos. Los fieles contratan el ballet en agradecimiento a que sus plegarias fueron escuchadas y cumplidas.
 
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Tomamos el Skytrain hasta la terminal de barcos a orillas del río Chao Phraya, y allí nos arrearon dentro de un barco. Hay varias líneas públicas, como si fueran colectivos identificados con banderas de diferentes colores. Estaba lleno de turistas: Tailandia es un destino muy buscado por los europeos, ya sea mochileros o vejetes que vienen a conocer “niñitas”.
Empezamos por el Grand Palace, visita imprescindible. Para entrar hay que tener pantalones o pollera por debajo de la rodilla (nada de shorcito) y, fundamentalmente, los hombros cubiertos (no dejan usar pashmina). Ahí te proveen de ropa dejando un depósito, pero es mucho mejor llevarla, porque con el calor que hace, debe ser horrible pensar que la usaron cientos de miles de personas.
Otra cosa que se comenta (a nosotros no nos pasó), que personas en la puerta dicen que el palacio está cerrado y te convencen para que contrates un viaje en tuk tuk o taxi hacia otro lado:
En la puerta se pueden alquilar audioguías en varios idiomas dejando el pasaporte.
El Palacio Real de Bangkok es un conjunto arquitectónico que se construyó en el año 1792, en tiempos del rey Rama I. Allí vivieron numerosos reyes hasta mediados del siglo XX. Ahora se usa para festividades y ceremonias especiales.
Es sumamente imponente y lujoso. El edificio más importante del palacio es el templo Wat Phra Kaew, donde se encuentra el Buda Esmeralda, aunque es de jade. Es una estatua de no más 50 centímetros con una vestimenta que el rey cambia en verano y en invierno en una ceremonia.
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Al lado del Palacio Real se encuentra Wat Pho. Se llega caminando en diez minutos. A mí me gusto incluso más que el palacio.
Contratamos un guía en inglés en la puerta. Es importante ir con algún tipo de explicación: un libro, un guía (en español es difícil de conseguir y en inglés es difícil de entender por la pronunciación que tienen). También es importante que los guías que se contraten en la puerta estén acreditados, porque hay muchos truchos dando vuelta.
Nuestro guía resultó ser un maestro de escuela muy divertido, nos sacaba fotos y teatralizaba la mitología budista, incluso más de una vez tuvimos que posar alguna escena. Lo entendimos porque tuvimos muchas ganas de entenderlo.
En el templo de Wat Pho funciona la primera Universidad pública de Tailandia, donde se enseña religión, ciencia y literatura. También funciona la escuela de masajes y medicina tradicional. Uno se puede dar un buen masaje por poca plata.
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Pero lo más importante del templo es el Buda reclinado gigante que descansa en una de las salas. Mide 46 metros de largo y 15 de alto ¡Impresionante! ¡Todo revestido en oro!
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En frente del Grand Palace y Wat Pho se encuentra el Wat Arun. Hay barcos que van y vienen todo el tiempo cruzándote de orilla. El templo consta de una torre principal o prang. A sus lados hay torres más pequeñas. Todas las torres están recubiertas con pedazos de porcelanas chinas que forman figuras y flores. Pero lo más lindo es subir las escaleras del prang principal y disfrutar de la vista. Dentro del complejo hay una feria de amuletos, donde se puede encontrar y comprar Budas de todo tipo, elefantes, el famoso monje regordete chino e infinidad de objetos para la suerte y el bienestar espiritual. 
 
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Después de visitar los templos fuimos al barrio chino, que es como cualquier barrio chino de otras partes del mundo, con sus farolitos rojos, la típica mercadería y comida. Aunque este era gigante.
 
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Entramos a un templo, con dragones y serpientes enrolladas, muy diferentes a los tailandeses. Predominaba el color rojo de sus adornos y faroles. Estaba atestado de gente y de humo de los inciensos. No se podía respirar. La gente daba ofrendas de flores y plantaba en el piso varillas con billetes pinchados para que no les falte dinero.
  
 
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Todas las mañanas, muy temprano, los monjes salen a caminar por las calles o a navegar por los canales de la ciudad. Llevan unas vasijas, en donde recogen el alimento que la gente les da. Ellos sólo se dedican a enseñar el budismo y a ejercicios espirituales para llegar a la iluminación. Van con lo puesto: una túnica naranja y la cabeza rapada. Aunque en muchas ocasiones los vi con una cámara fotográfica o un celular. La tecnología no perdonó a nadie.
 
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Si bien Buda fue un hombre, Siddhartha Gotama, que alcanzó la iluminación, todos nosotros también podemos alcanzarla. Es cuestión de hurgar en nuestro interior y enriquecer el espíritu. El budismo es más una filosofía de vida  que una religión, donde no hay un Dios todopoderoso que premia y castiga, si no, que la fuerza está dentro del propio hombre.