domingo, 5 de mayo de 2013

Día 6: Palacio Dolmabahce

 
Hoy era el último día en Estambul y queríamos ver el Palacio Dolmabahce. Lamentablemente hubo cosas que no pudimos visitar, como el museo de Arqueología o el museo de Arte Islámico y Turco o la fortaleza de Rumelí o la Iglesia de Chora con sus frescos bizantinos.  la próxima visita será.
Nos dirigimos al Palacio en tranvía, a Besiktas. Caminamos un par de cuadras y nos encontramos con un edificio imponente, más parecido al palacio de una corte europea que a una turca. De cualquier manera, la mejor vista del Palacio se ve desde el barco, navegando por el Bósforo.
 
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Antes de ingresar se levanta la Torre del Reloj. Además del reloj, poseía un barómetro, una rosa de los vientos y un termómetro,  que informaba a los habitantes de las condiciones del clima.



Entramos al palacio por una puerta grandiosa y muy trabajada.
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Jardines, fuentes, lagos y pavos correteando por el pasto nos recibieron.
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Dolmabahce fue la sede administrativa del Imperio Otomano y  lugar de residencia de los sultanes cuando se fueron de Topkapi. Construido entre 1842 y 1856, su arquitectura, una mezcla de barroco, rococó, neoclásico y un poco de otomano, reflejó la nueva política turca que miraba hacia Europa.  
Ataturk también residió allí cuando ya estaba enfermos y murió en una de sus habitaciones. Hoy, además de ser un  museo, se lo usa para ceremonias importantes o recibir algún rey, embajador o presidente. 
 
No nos dejaron sacar fotos, o sea que espero acordarme de cada detalle: la araña más grande del mundo de cristal de Bohemia  -regalo de la reina Victoria-, las balaustradas de cristal de la escalera, una cantidad impresionante de candelabros, jarrones, cuadros de artistas turcos muy reconocidos, más arañas de cristal, la alfombra mullida por la que caminamos con bolsitas en los pies, los salones ceremoniales con techos pintados y adornos de oro, estufas al estilo Versalles, bibliotecas, salones de música, de estar, de baile y decenas de salas para hacer lo que se le viniera en gana al sultán.   
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Pasmos varias horas en el palacio y luego nos fuimos a recorrer Beksitas, un barrio glamoroso, con negocios de diseño, ropa, restaurantes y cafés. Comimos allá un shwarma ríquísimo.  .
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Al regresar, nos quedamos en la plaza de nuestra Mezquita Azul mirando su gente y de “cacería fotográfica”, aunque en aquel momento ya teníamos más de mil fotos. Estambul es una ciudad muy fotogénica.

















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