sábado, 27 de abril de 2013

Estambul, su gente


Imaginamos, desde este rincón perdido del mundo, que en Turquía uno se va a sentir incómodo, que es lejano a su gente, que las mujeres no pueden ir solas, que deben estar tapadas, que es inseguro y de temer. Pero para mi sorpresa me sentí confortable caminando por la calle entre personas, que sí tienen otra cultura, pero que son amables, cálidas, se desviven por ayudarte. Hubo gente que cambió su dirección para mostrarnos un camino o nos acompañó durante varias cuadras. En cuanto a la seguridad personal se puede andar por la calle tranquilo, sin problemas, incluso de noche, ni siquiera tuvimos la sensación de correr peligro alguno cuando nos perdíamos en zonas no turísticas.
En cuanto al idioma no entendés nada de turco, tratas de arreglarte en inglés, pero no todos lo hablan, y cuando lo hacen, tienen mucho acento. De cualquier manera, era muy común que te preguntaran Where are you from? Y cuando contestabas Argentina, automáticamente sonreían y te decían ¡Messi! ¡Maradona!, ídolos absolutos,  o se sabían la formación del Barsa, que recitaban de memoria con todos los argentinos que lo integran. 
En esta ciudad, incluyendo los suburbios, viven unas veinte millones de personas, en su mayoría musulmana. Aunque la República de Turquía se dice un estado laico, la religión ocupa una gran parte de la vida cotidiana de sus habitantes. Por lo general, los religiosos más fundamentalistas son extranjeros de otros países árabes. Los rezos son una parte importante en la vida de Estambul. Se musicalizan cinco veces al día: 5 a.m., 12.30 p.m., 15.30 p.m., 17.30 p.m., 19.30 p.m. Hay cientos de mezquitas que llaman a sus fieles por altoparlantes. A pesar de no tener reloj, sabíamos la hora a través de los rezos, que se escuchaban acoplados al ruido propio de la ciudad.

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Antes de rezar, poseen un ritual que consiste en descalzarse, lavarse los pies y la cara para lavabos de mezquitaspurificarse, arrodillarse sobre una alfombra y, después de todo eso, rezar en dirección a la Meca.
En todas las mezquitas existen filas de lavabos de mármol para cumplir con la purificación, incluso se encuentra canillas dispersas por la ciudad. Yo no vi ninguna mujer que lo hiciera. La gente puede también rezar en el trabajo o en la casa: extienden una alfombra y se arrodillan sobre ella.
En la religión, subsisten todavía diferencias entre el hombre y la mujer. Los hombres rezan en el medio de la mezquita, en un lugar alfombrado y espacioso. En cambio las mujeres lo hacen atrás de un biombo, en un lugar chiquito y oculto.
El profeta supremo es Mahoma, aunque consideran también profetas a Jesús, Abraham, Isaac, Iaakob, José, Moisés. Es extraño leer las versiones de sus historias porque son iguales a las del antiguo testamento, pero los protagonistas son personas que dieron origen al islamismo.Por ejemplo el sacrificio de Abraham es con Ismael en vez de Isaac. El lugar sagrado es la Meca, en Arabia Saudita;  también Jerusalém, es allí donde Mahoma subió al cielo. 
Aunque se pueden ver mujeres vestidas al estilo occidental,  muchas usan ropa de acuerdo a las tradiciones musulmanas. Los atuendos varían según el grado de religiosidad: hay algunas con pañuelos de colores haciendo juego con el jean de moda, hay otras que llevan vestidos y tapados largos hasta los pies, mientras que las más religiosas, visten de negro, con ropa holgada y la cara cubierta. Los hombres no llaman la atención en absoluto, salvo ocasionalmente que se puede ver alguno con túnicas o sacones largos y gorros turcos.

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Cuando se habla de turco en seguida viene a la mente la venta, el negocio, el regateo. Y no es un rumor. El comercio es su vocación. Venden todo el tiempo.Está en su naturaleza. No escatiman esfuerzos para captar tu atención, luego de ello, quieren tu tiempo, que entres a su tienda, que mires el menú, que toques la ropa, que te pruebes. Si no logran venderte, se despiden con un "May be tomorrow", dejando abierta la puerta para que vuelvas.
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El té es como nuestro cafecito, se toma en cualquier momento y lugar, mientras se trabaja, entre amigos, en confiterías con mesitas y sillas bajas como mobiliarios de jardín de infantes o tirados sobre almohadones. Se usan unas tacitas de vidrio muy típicas que tienen la forma del cuerpo de una mujer, con sus redondeces y curvas.

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Me llamó la atención los grupos de hombres, cinco, seis o más, que se juntan  a cualquier hora del día, a fumar narguile, a jugar backgamon o algún juego de mesa o, simplemente, a caminar. A Fabián lo invitaron a jugar en un bar.


Cuando se habla de Turquía no pueden faltar los ojitos para espantar el mal de ojo ni el narguile.
Los ojitos los encontramos por todas partes:lo vimos pegados en las balanzas para pesar las avellanas asadas, en  negocios, en los umbrales de las puertas de hoteles, los ponen en vez de moñito en un regalo, incluso en Taksim, incrustados en el suelo de la calle.
Con respecto al narguile, hay negocios especiales que los venden, se lo puede pedir en bares y restaurantes. El sabor es muy rico y no tiene nada que ver con el cigarrillo. Son hojas de tabaco especiales mezcladas con melaza y saborizadas con frutas. 

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¡Es hermoso caminar por la calle o sentarse en una plaza a sentir el ritmo de la ciudad y conocer a su gente!
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