martes, 23 de abril de 2013

Día 3: Gran Bazar, Bazar Egipcio, Mezquita de Soleimaniye

 
Hoy arrancamos con destino al Gran Bazar. El Gran Bazar es como un barrio cubierto. Posee calles cuyos nombres te informan qué es lo que se vende, por ejemplo la calle de las joyas o la calle de los cueros. Ya en las afueras empiezan a haber tiendas, desde donde se puede ingresar por entradas como si se tratara de una fortaleza. Los negocios son pequeños repletos de mercadería amontonada. Podes encontrar ropa, alfombras, almohadones, libros antiguos, joyas, cacharros… Lo importante acá es el regateo y, aunque pienses que ganas, los turcos siempre están un paso adelante.A nosotros nos captaron y nos llevaron a un sucutrucho pasando por el medio de otros locales, que en Buenos Aires ni loca te metes y, finalmente, nos vendieron un jean. Con todo el regateo nos salió lo mismo que afuera. La verdad es que el regateo no es lo que más me gusta, me siento incómoda y no lo sé hacer. Pero vale la ´pena experimentarlo.
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Luego nos dirigimos a la mezquita de Suleimaniye, que está en un barrio universitario. Esta mezquita fue construida por el sultán Soleiman, el magnífico, que impulsó el Islam en todo el Mediterráneo. Él y el arquitecto Sinan -el Gaudí de la arquitectura musulmana- están enterrados allí. 
Comimos en uno de los tantos restaurantes a la salida de la mezquita. La comida buenísima: arroz pilaf y porotos, un guiso de carne, una especie de pastel individual relleno con carne dentro de una masa y un shwarma. De postre, un dulce de calabaza con nueces molidas arriba.
Después de descansar durante el almuerzo, nos dirigimos al acueducto romano. Hoy día quedan unos 200 metros y por abajo pasa la avenida Ataturk. Es muy pintoresco porque entre los arcos pasan autos, colectivos y camiones.
Nos faltaba ir al Bazar Egipcio, el bazar de especias. Así que nos dirigimos hacia allí. Los olores son fuertísimos, el colorido de las especias, los dulces y los productos disecados colgados como adornos son un placer visual. Las voces de los comerciantes llamándote para establecer contacto alguno completan el ambiente.
Vimos un negocio que venden tanto café, que tienen dos grupos de tres personas empaquetando en serie a una velocidad que no podes seguirlos con la vista.
Muertos, sin poder dar un solo paso más,s cenamos en el resto de enfrente del hotel.










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